Lunes 1º Agosto, 2016
¡SUDAFRICANIZADOS!
Luego de esperar 15 largas horas de viaje en el avión, arribamos a nuestro principal destino: Sudáfrica. Una camioneta nos esperaba en la puerta. Corrimos y nos acomodamos como pudimos. La vista era impresionante. Aunque casi siempre se le considera bonito el llegar a un lugar nuevo, para nosotros fue más que bueno. Fue excelente. Gente por las calles, de esas que por lo general son las principales víctimas de racismo, niños corriendo alegres, vehículos siendo arrastrados por ancianos. Luego de 2 horas llegamos a la frontera con Namibia. El lugar donde necesitábamos ingresar para que nos aceptaran los papeles. También fue el lugar donde a todos les revisaron el equipaje, salvo a mí y a Ana; pues no contaban con personal femenino.
Justo luego de deternos a tomar una fotografía, la camioneta donde viajábamos necesitaba un cambio de neumáticos. Encontramos una gasolinera no muy cerca de ahí y un grupo de jóvenes sudafricanos se ofrecieron a ayudarnos y nosotros estábamos más que encantados. Después, llegamos al hotel, y no quisimos salir pues estábamos demasiado cansados.
Los siguientes días transcurridos han sido demasiado memorables para mí. Visitamos el desierto y la sabana. En uno de esos días, tuvimos la increíble idea de acampar en el desierto para observar el amanecer único de esa región. Observamos las estrellas y nos mantuvimos con la boca abierta de lo atónitos que estábamos. La luz nocturna no nos dejaba dormir. Asi que nadie lo hizo. Al día siguiente, nuestra vista no cumplió bastante con nuestras expectativas, pero el espectáculo es digno de compartir y admirar.
Ese mismo día, nos encontramos con el parque que deseábamos visitar, pero desafortunadamente estaba cerrado. Entonces Adrián, el mayor de nuestro grupo, quiso intentar convencer al guardia de seguridad pero fue inútil. No había manera de ingresar.
Nuestra siguiente parada fue en el trópico de Capricornio.
Al llegar aquí, el horario cambió bruscamente, y el pasaporte estaba a punto de vencer. Pero, unas cuantas llamadas e intercambio de palabras pudieron hacer que nuestra visita al continente durara un poco más.
Cuando llegó el día de regresar a México, el papá de Matías, que es un señor con billete, nos envió la sorpresa de poder viajar en catamaran desde la bahía de Walvis. Aunque el hospedaje no fue lo que esperábamos, la compañía y la amistad presente tranformaron todo.
La vista fue lo más lindo que pudo haber. Cuando llegamos a nuestro aeropuerto para viajar directamente hasta la Ciudad de México, todos rompimos en llanto. Nadie quería que el viaje acabara, así es como todo acaba. Inicia con emoción, risas, alegría y al final, tiende a tornarse gris. Éste viaje, fue el mejor que he tenido hasta ahora. Los amigos y la idea de estar conociendo un nuevo lugar todos junto, es lo mejor que a alguien le pueda suceder. No todos tienen una oportunidad como ésta, así que yo valoro cada detalle y todo momento que pasé con ellos.
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